Es un tópico ancestral la crítica de por sí a los funcionarios como colectivo, envidiando sobre todo su seguridad laboral y aludiendo a su falta de interés, de motivación o de desempeño en sus funciones como norma.Coincidiendo con la aprobación de sus nuevas condiciones para los próximos cuatro años, quiero hacer mi propio análisis de la situación, desde una óptica diferente, de quien no es parte del colectivo, no ha negociado estas condiciones en concreto y no tiene “a priori” sobre nadie por el mero hecho de desempeñar una profesión, la que sea.
Imagínense que cada cuatro años cambiase la directiva de su empresa, o las leyes que regulan su profesión. Que quien llegase, en lugar de emplear el suficiente tiempo como para enterarse de qué va su dedicación, decidiese, por lo que le cuentan, o por lo que a simple vista observa, cuáles de los empleados que tiene a su cargo serán diligentes en su desempeño y cuáles, por su gesto o su lenguaje corporal, no estarán dispuestos a trabajar con usted. Además, que interpretase, dando por sentada, su falta de profesionalidad, que sus filias y fobias políticas o personales, le van a predisponer o indisponer, a favor o en contra de sus proyectos sin apenas preguntar.
Imaginen que quienes llegan, en lugar de tomar decisiones y dibujar posibles escenarios interesantes en la ciudad con múltiples opciones para atraer inversiones, se dediquen a hacer lo mismo que usted, perseguir el expediente, organizarlos, recoger datos, hacer evaluaciones, requerir documentos, en fin, a hacer de usted mismo, a falta de entender cuál es su función y para que están aquí realmente.
Imaginen que quien les dirige, blande sobre los vecinos como producto suyo irrevocable, las leyes que ellos mismos aprueban, como si fuese providencia divina y casi siempre para sancionarle o prohibirle algo, con referencia en un pasado remoto y a todas luces sin el menor sentido común.
Imaginen que para su jefe lo más importante es el “presentismo” y para eso no duda en poner a su disposición todo tipo de mecanismos y pruebas que aseguren que está usted cerca y por mucho tiempo. Piense además, que igual que a muchos ellos, quienes se pasan el día dándole vueltas, sólo les importan las retribuciones y basan en ello, lo que valen. Por lo tanto a usted le aplican la misma regla.
Imaginen qué cosas pueden priorizar esos jefes cuando, en pleno siglo XXI, piensan que el teletrabajo debe correr a cargo del empleado, respecto de sus recursos y necesidades materiales.
Jefes, que cuando piensan en personas, sacan la máquina registradora o mejor dicho, los imaginan a modo de las de vending, de forma que concluyen, que si no ingresan dinero, no obtienen producto.
Imaginen que sus jefes pretenden no molestarse en dedicar parte de su tiempo en pensar que, a lo mejor, poder cambiar de puesto de trabajo, reconocer el interés que usted ha mostrado formándose y que pretenda tener una carrera en la Administración, no es un cuento antiguo, sino que puede ser una motivante realidad.
Imaginen que su jefe no puede pagarle productividad porque no sabe, o no quiere saber qué criterios o que objetivos puede emplear y plantear para mejorar la justicia de esta percepción, evitando clientelismos y perjuicios del ambiente laboral mayores.
Valorar y tener en cuenta las necesidades de los empleados es una cuestión primordial, sobre todo para trabajar en las motivaciones intrínsecas que son las que pertenecen al siglo que vivimos. Las que nos hacen tener un compromiso con nuestra labor más allá de lo puramente prosaico. Teniendo en cuenta que la autonomía, la maestría y el propósito son el nuevo sistema operativo.
Esperamos que estos cuatro años supongan un avance en dar contenido a estos conceptos. Ya que si algo ha demostrado la ciencia es el corto recorrido de las recompensas y castigos. Algo que en cuanto al dinero, comprobaremos el año que viene por estas fechas.
Aruca Gómez
Portavoz de Ciudadanos